"Ser plenamente normal es, estrictamente hablando, imposible. Cada unx se desvía de la norma de alguna manera.Incluso si no pertenece a una mayoría estadística en razón de un grupo de edad, raza, cultura, peso, frecuencia de orgasmos, sexo, contactos sexuales y nivel de ingresos, simplemente debido a esta combinación improbable de normalidades el perfil de cada unx se separa de la norma"
Warner, M. : The trouble with normal. Sex, politics, and ethics of queer life, 1999.
-¡Tiene la testosterona disparada! -dijo el médico consultando mis análisis. -Y ¿eso es de herencia? - preguntó mi madre.
30.8.12
29.8.12
Historias tan normales que decepcionan
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Ruth Orkin. American girl in Italy. 1951. |
Este tipo de representaciones suelen defraudar bastante de un
modo generalizado. Pero no lo hacen a modo ordinario, al menos en el caso de
esta fotografía, por las connotaciones de género que se pueden desprender de
ella, teniendo absorbido y tan normalizado al piropo o al deseo baboso como parte integrante del juego erótico-visual, en una suerte de gracieta que te hace sentir precisamente como una tipa rara
que repele y que no acierta a verlo como algo bello, salado y sin más.
Es más, pese a que este hecho pueda pasarte tranquilamente según
bajas a la calle y doblas la esquina está tomado como algo tan común y gracioso que
no desata ningún tipo de incidente anormal digno de analizar. Tampoco lo es al
parecer en una fotografía.
Es lo que hay.
Algunas mujeres son objetos muy bonitos. También lo sé y
también es lo que hay. Y cualquier hombre que se precie como tal debe hacer uso
de su grandilocuencia alusión a entonar cuan de viril es él con respecto a
una linda mujer que quisiera tomar como a cualquier otro enser preciado.
Esta fotografía, al parecer, defrauda y vaya que sí lo hace. Defrauda porque no es una instantánea sino
algo preparado. Y claro, para qué vamos a engañarnos, esto no nos gusta nada a
los seres humanos. He llegado a ver verdaderas caras de decepción cuando muchxs
descubren que Ruth Orkin (en adelante Ruth) fotografió a la chica turista
americana previo pacto entre ambas. ¡Qué descerebradas!
El objetivo por lo tanto estaba planeado de antemano. ¡Y por
dos mujeres! ¿no es el colmo? Ellas calcularon pasar por una calle donde ya habían
pasado anteriormente y habían oído las deliciosas palabras y las cándidas
miradas de los hombres que salían a descansar un rato del duro trabajo varonil.
Y no hace falta tener mucho brillo mental para pensar que en los años 50
quienes trabajaban en el espacio público eran ellos. Y como ellas estaban en
sus casitas, en su espacio privado, limpiando culos y otras tareas del hogar
irresistibles para cualquier mujer está más que aprobado que quienes osaran
viajar eran evidentemente extranjeras de un alto nivel adquisitivo. Estas
lindas damas viajeras se convertían en foco exótico, por excelencia además, de
centros inigualables de miradas, abusos lingüísticos y otros gestos impíos. Pero
esto no es importante.
Lo que realmente importa a algunxs es que la fotografía está
construida por lo tanto ficcionada. Vamos, que otra cosa hubiese sido que Ruth
hubiese estado allí de guardia con su cámara, siempre atenta y con ojo avizor,
hasta que se diese realmente la susodicha imagen y rápidamente tomar la
instantánea con su veloz mano, ojo y cámara.
En mi mundo estas cosas pasan, no que sea yo rápida con la
cámara, que tampoco, si no que sin lugar a equívocos estoy hablando de las
miradas y el acto de piropear. Y no he vivido en la década de los 50 y no me ha hecho falta. Pero ya
que lo menciono, en el año 1951 que es cuándo Ruth realiza esta fotografía tan
defraudante vería este tipo de acciones
día sí y día también y tras conocer y hacerse amiga de la turista americana
acordaron realizar la fotografía que vemos hoy y que parece joderos a algunxs.
Sí…que yo ya sé que lo que a veces traman dos mujeres que piensan es muy pero
que muy peligroso. Estoy siempre al tanto y prevenida. No os preocupéis.
Lo que hubiera satisfecho a ciertas personas es el arte de
la magia, algo así como “es mí día de suerte pasaba por allí y mira lo que he
visto”. Y esto todxs sabemos que proporciona un placer extraordinario a
nuestras conciencias.
La pantomima es justo lo otro. Es más lxs artistas siempre
tienen la jodida costumbre de reírse siempre de nosotrxs a la cara. Vamos que
ni es arte ni es nada. Porque el arte todo el mundo sabe que es algo fresco y
nunca, nunca pensado ni mucho menos meditado ni reflexionado.
Es increíble. Como si acaso en nuestro día a día no
tuviéramos nunca nada planeado y todo fuera espontáneo. Que de ser así cuantas
lloreras y malos entendidos nos ahorraríamos. Como si acaso cuando hacemos
nosotrxs mismxs una fotografía no planeásemos quien sale, qué no, qué esquina,
calle , ángulo o qué luz es mejor. Quien se pone detrás de una cámara decide
previamente lo que visibiliza y lo que no. Pero está claro que esto se olvida
cuando vemos una foto que nos venden como arte o como profesional en una
galería, exposición o museo. En este caso hacemos cargar con el peso de la
frescura a la autora justo como no medimos nuestra planeada existencia. Qué
cínico es pedir espontaneidad a una fotografía,
que no deja de ser una representación posible de la realidad, lo que en nuestro
día a día a modo de tortilla que gira se convierte en limitarnos a pensar en lo correcto y a
hacer lo previsto.
La norma. La norma. La norma. La norma tiene que ser fresca,
original, instantánea y sorprendente. Y yo me pregunto que si todo esto no es
en sí mismo un oxímoron….
26.8.12
Compañía
Y para la entrada de hoy recomiendo un libro para todxs aquéllxs que gustan de leer discursos intelectuales entrelazando el arte con los feminismos.
Gracias a este libro soy un poquito más sincera.
TENDENCI@S
Perspectivas feministas en el arte actual.
Ana Martínez-Collado.
cendeac. 2005.
Gracias a este libro soy un poquito más sincera.
TENDENCI@S
Perspectivas feministas en el arte actual.
Ana Martínez-Collado.
cendeac. 2005.
24.8.12
Una habitación con terciopelo verde, una actriz de serie B y una escena de deseo sin olor a velas
Era tarde lo sé. Y a ti te pareció importarte más bien poco.
Subí en la moto mientras te despedía con la mano derecha. Había comprando la
motocicleta solo para que tú te subieses conmigo en ella y así notar tus pechos
apretándome la espalda pero ese día me fui sola.
Llovía y la carretera resbalaba. Ya había anochecido
totalmente. Después de llamar tres veces a la puerta golpeando mis nudillos, abriste
con lentitud mirándome a los ojos y tragándote el humo que despedía aquel
cigarrillo que cogías con cierta fragilidad. Tu casa vuelve a ser en blanco y negro. Como tú. Tal cual la recuerdo
desde la última vez, con aquel aire a película de los años 40, a escenas
rodadas ávidamente con desaire negro abotagado en tramas detectivescas.
Comprendí muchas más cosas de ti cuando vi una foto de Greta Garbo enmarcada en
un marco oscuro, otra de Joan Crawford al lado de Bette Davis y por supuesto un
mural de pequeñas fotos de Solita Solano y Janet Flanner tomadas a las afuera
de Nueva York. En una de ellas aparece también Dolly Wilde saludando a Mercedes
Acosta que ríe de forma extravagante.
Me dices que pase al baño y que ya me has preparado la
lavativa. Me lo dices de una manera tan fría que siento recorrer por mi cuerpo
un sudor estridente que me empapa por fuera y por dentro. Me humedezco los
labios y dejo mi ropa a excepción de mis pantalones sobre una silla de madera
vieja. El suelo al andar cruje. De fondo escucho la música en vinilo de Ray Charles
y percibo también que ella se está preparando un martini con mucho hielo.
Pienso que no es momento de temblar, que si estoy ahí es porque yo lo he
querido y que ella es simplemente una figura más entre mis sombras. Es guapa.
Sí. Me recuerda a alguien pero ahora no centro. La bata que lleva marca sus
pezones descaradamente. Me gusta. Seguro que debajo no lleva nada, como otras
tantas veces.
Lo peor que llevo es hacer ese ritual preparativo para el
antes de. A ella le gusta así y creo que
a mí ahora también. Estoy nerviosa pero tengo que disimularlo. Una vez fuera ya
del baño enciendo un cigarrillo que tomo prestado de su pitillera dónde veo que
ha grabado sus iniciales M. T. Mientras huelo el humo de la primera de mis
caladas lo mezclo con el aroma de su perfume y comienzo de nuevo a intuir un
sudor frío en mis manos y pies. Veo que
abre un cajón de uno de sus armarios y que saca de allí un dildo grande,
especial para una posible doble penetración. Justo ahora es cuándo yo también
quiero martini pero antes de servirlo me arrepiento y le pido un gin tonic
cargado. Ella se ríe a carcajadas y me excita su manera de mirarme mientras
deja el cigarro medio terminado en un cenicero de cristal anaranjado. Sigo
viendo todo en blanco y negro así que intuyo con más finura lo que pueden ser
posibles colores.
Con el vaso de gin tonic en la mano y en la otra un
cigarrillo observo mi desnudez en un enorme espejo. Me gusta mirarme de lejos,
de cerca me saco mil complejos. Quiero salir corriendo pero resisto en un
enaltecimiento de orgullo. Ella sabe que estoy nerviosa y eso le hace parecer
más dura y fría. Se crece con mujeres como yo. Sé que no he venido aquí para
besitos ni cariños. Ni tan siquiera para hablar y mucho menos para beber. Sólo busco en ella gestos, embestidas y
ciertos aspectos que tienen que ver con el poseer y la omisión.
Ella lleva el pelo suelto y revuelto como casi siempre y los
ojos muy perfilados. Se nota que pasa tiempo maquillándose. Le sonrío y me
devuelve un gesto entre el aburrimiento y la dejadez. Sé que ella representa su
papel, no es así de fría ni tan siquiera es huraña, pero he de reconocer que
ser actriz le da muchas tablas. Se quita la bata y descubro que ya lleva puesto
el arnés. Bebo un sorbo de mi copa para no denotar intraquilidad constante. Por
mi cabeza van y vienen ideas superficiales pero es difícil que yo me deje
llevar, precisamente, por esto estoy allí con ella. Recuerdo todavía cuándo nos
conocimos en aquel pub y apunté su móvil en una servilleta con publicidad. Ella
no quiso mi número.
A ella le gusta actuar con tanta naturalidad como demuestra
artificialidad. Supongo que también le pasa en su vida diaria tejida sin
escapatoria a los personajes que encarna
en las películas. Vuelvo a pensar a quién me recuerda pero prefiero dejarlo,
aparcar el pensamiento, para no tener más motivos para salir huyendo. Siempre busco mujeres que se parecen unas a
otras en lo físico. Pero adoro también que me dominen en cuerpo y alma.
Enciendo otro cigarrillo y otro a continuación. El humo
conforma ya parte del escenario de la habitación con terciopelo verde en las
paredes. Es la que yo he elegido de toda la casa.
Se coloca el dildo y me mira. Me hace un gesto con los dedos
y la boca y dejo mi copa y mi cuarto cigarrillo consumido en aquel cenicero
supongo que anaranjado.
Comienza a tocarme el pelo. Me acaricia la cara. Con una
mano tantea mi abertura aún seca y me dice al oído túmbate de espaldas. Miro
hacia un lado atraída por el olor a incienso sin saber cuándo coño lo encendió.
Sus manos son rápidas, las mías torpes.
Consigue abrir mis piernas después de un atrevido forcejeo y me pasa su
lengua larga que sube y baja atreviéndose a entrar sin permiso y sin
delicadeza. Justo ahora es cuándo yo estoy lubricada y no antes. Es después de
un rato cuándo yo comienzo a gemir de forma espasmódica. Para cuándo me puso del
revés y a cuatro patas yo ya estaba perdida del todo.
Puedo decir que la penetración anal me dolió mucho más que
las otras veces. Para esta vez apreté tanto mis dedos contra las palmas de
ambas manos que me hice varios puntos de sangre. También mordí y babeé su
almohada tanto como pude, una veces para ahogar mis gritos de dolor y otros
para que el placer perdurase de forma más violenta. Las contracciones anales
son altamente placenteras y poderosas. Tanto que hoy he vuelto a ir. Ahora
escribo desde la antesala esperando a que ella llegue a casa, seguramente, que
después de un largo día de trabajo a base de ensayos. Ella llegará, se
descalzará, me mirará de reojo, se servirá primeramente un té frío, encenderá
un cigarrillo y mientras lo deja en ese cenicero anaranjado se irá desnudando.
Luego me pedirá que le arrime la bata y se pellizcará los pezones para dejarlos
enmarcados debajo de la tela esperando tal vez que mi mirada vaya a posarse
allí, o que tal vez, le diga que me los clave en un viaje en mi moto.
14.8.12
Hago lo que me pidas si puedo a cambio recogerte el pelo con un pañuelo rojo
Y todos los veranos la misma cantinela.
-No seas tonta, tú mueve las piernas y los brazos. Yo
mantengo, mientras y de forma firme, mi
mano sobre tu panza. Me miras y sonríes. Te miro pero no lo veo claro.
Confía en mí.
Hazlo.
Muévete.
Respira eso sí.
No te olvides de sacar el aire al ritmo que te marque tu
propio cuerpo.
Me molesta una barbaridad. Me entran dudas de si no puedo o si no quiero. Y prefiero tu opinión para más tarde, por favor.
Me molesta una barbaridad. Me entran dudas de si no puedo o si no quiero. Y prefiero tu opinión para más tarde, por favor.
Me conformaré-todo el rato-con que tu vestido toque mis
piernas desnudas aprovechando el viento y su dirección.
Ahora que lo pienso, y que me lo preguntas, prefiero tomármelo frío como el té que me serviste aquella tarde en la terraza de un ático en Sant Gervasi mientras el aire soplaba mitad norte, mitad sur.
13.8.12
Una exposición hoy por hoy muy recomendable
Fui. Disfruté.
Me excité.
Amé más lo que hago, lo que pienso y lo que leo.
Después de haberla recorrido durante horas matutinas y
vespertinas puedo decir hasta todo lo que mi criterio me permite que la exposición
Genealogías feministas del Musac (León) es
de alta calidad. Sabía que no me defraudaría. Juan Vicente Aliaga* y Patricia Mayayo** han
hecho una vez más un gran trabajo. Y no
solo no me ha defraudado sino que además me parece una de las mejores
exposiciones fabricadas hasta la fecha. Hace años que me dedico a recorrer
exposiciones que discursen sobre género, sexos, sexualidades, prácticas
artísticas, mujeres, artefactos artísticos, encuentros, relaciones,
experiencias y creaciones varias. Y después de haber visto mucha paja está muy bien ver grano.
Hay todavía varias cuestiones que me chirrían que me siguen haciendo
pensar que hay mucho que progresar. Una de ellas es mostrar la documentación,
libros, revistas y fanzines en la sagrada y elitista vitrina. Como si acaso los
libros fueran sacrosantos y no se pudieran tocar ni oler, ni revisar, ni
curiosear. El libro en vitrina es algo así como se ve pero no se toca. Algo así
como si te interesa te fastidias y o
tomas notas de él o te quedas con las ganas de hurgar en su interior y en su
índice.
La otra cuestión peliaguda es la sala de transfeminismos que
es solo para adultos y yo me pregunto ¿para qué tipo de adultos?. Aparte está con una iluminación tan austera
que parece que entras o en un lugar
sagrado o en un peep show. Es tan oscura que no se puede ni leer las cartelas, las
tienes que intuir o mejor no leer si no te quieres joder la vista. Me siento incómoda cuando entro a este tipo de
sitios con un cartel de “sólo para adultos” u otros como “ciertas imágenes
pueden herir su sensibilidad”. ¡Qué coño sabe la gente de la sensibilidad de lxs
otrxs! Qué paternal me resulta todo esto.
Me resulta inquietante que todavía estemos con esto a
vueltas. Con esto de censurar aquello que es más ¿molesto? Lo justifican por
lxs niñxs pero en realidad es por nosotrxs mismxs, por los adultos. Para que
haya espacios monstruosos-censurables debe haber otros que sean casualmente lugares
normalizados.
Los adultos seguimos siendo previsibles, sorpresivos y
ridículxs.
Por lo demás, la exposición es una delicia, la selección de
artistas es maravillosa, se ve que está
mimado y cuidado hasta el más pequeño de los detalles, los temas elegidos son
brutales y sobre todo los textos de pared son buenísimos. Para alguien como yo
que aparte de visitar museos suelo leer hasta la última línea los textos de
pared puedo decir que éstos son concretos, concisos y dicen lo que quieren
decir, amén de ir firmados por lxs comisarixs que eso ya dice mucho. Le pongo
otro 10 al hecho de que cada obra tenga su cartela con la interpretación que
hacen lxs comisarixs, así al menos sabes desde dónde se habla y desde dónde se
interpreta. Por una vez nada de esto es anónimo.
La expo es deliciosa, insisto. La disfruté como una
auténtica perra cachonda y babeante.
De nuevo me encontré con las performances de Diana
Pornoterrorista y una vez más he llegado a la conclusión de que
no entiendo nada de lo que hace. Está claro que no me excita el porno
convencional es más me aburre y me hace bostezar, pero lo que ella hace tampoco
me excita, no me pone, no me gusta, es más me da bastante para atrás. Supongo que el motivo lo busco en que no tiene
nada que ver ni conmigo ni con mis prácticas ni con mis deseos ni mis humedades.
*Recomiendo su libro “Arte y cuestiones de género” y “Orden
Fálico”
**Recomiendo su libro “Historias de mujeres. Historias del
arte”.
9.8.12
Tensión. Dis-torsión. En la órbita del rechazo
Soy de un país que en buena parte de su territorio y
durante el transcurso de tres a ocho siglos perteneció política, social y
culturalmente al terreno de los países islámicos. Y que a su vez mantiene desde
hace siglos una presencia controvertida en el norte africano. Y de todo esto lo
único que puedo decir es que no sé nada ni del mundo árabe, ni de oriente, ni
del Islam, ni de los musulmanes más allá de todo lo que han vertido los medios
de comunicación sobre ellos. Y con ello, obtengo personalmente, que su cultura
no me apasiona, es más, ni vista a grandes rasgos, ni parcialmente ni la entiendo, ni hago por hacerlo. Así de simple
y así de polémico a la vez. Uno de mis grandes rechazos, que por supuesto
sugerido desde un punto de vista epistemológico coetáneo al concepto miedo,
tiene que ver con las noticias que me llegan sobre las mujeres, la cultura y
tradiciones en el mundo árabe. ¡Qué claro! así dicho, queda muy grandilocuente
es como si el mundo árabe fuese uno y no diera lugar al crisol de culturas
y modos de hacer y deshacer que apunta.Y esto es lo que desde occidente envidamos y con lo que apestamos a la vez.
No conozco a ningún árabe. No he hecho ningún estudio ni
investigación sobre nada que tenga que ver con ellxs, si acaso exceptuamos
alguna asignatura que curse sobre arte islámico y poco más. Sí que conozco la obra de
artistas árabes pero muy pocxs y casi todxs ellxs trabajan en occidente.
Hablo, por lo tanto, desde la ignorancia y los supuestos
malentendidos a los que soy acribillada todos los días a través del periodismo
de este país o del internacional occidental, claramente. Hace poco cayó en mis
manos el libro “Persépolis” de Marjane Satrapi, escrito para las masas y con un
colchón mediático. Lo devoré rápidamente y días más tarde me leí de la misma
autora “Bordados”. Puedo decir que ambos libros me han hecho pensar (que ya es
bastante) a través del desarrollo de otras narratividades y subjetividades
cargadas de significación bajo parámetros distantes. Pero no es suficiente,
lógicamente. Si pienso en material audiovisual ahora sólo me vienen a la cabeza
las películas “Caramel”, “Ararat” y “Osama” aunque se que he visto alguna más.
Paradójico es también que una de mis canciones favoritas sea “Ya rayah” de
Rachid Taha (lo cual se lo debo a Raquel y a las noches de humo y alcohol en el
viti)
El mes que viene me voy unos días a Estambul, y esto
también ha hecho que me ponga a leer sobre ciertas cuestiones que me resultan
remotas. Un viaje de turisteo no puede ni de lejos captar casi nada de la
idiosincrasia del país visitado. Pero considero que rompo una lanza a favor de
abrirme a otras culturas debido a que mis viajes durante la última década han
marcado aún más mi occidentalismo y mi eurocentrismo. Es la primera vez que
salgo de lo “conocido” para adentrarme en otros ambientes que he ignorado. Me dicen
que Estambul está muy occidentalizada pero creo…quizá que tiene la llave que
necesito para tratar de quitarme en parte la venda y abrir otras puertas
culturalmente hablando. Para mí, aunque parezca una banalidad y una tontería,
supone todo un reto. Un reto en sí mismo porque
repito que peco de occidentalismo en exceso. Por supuesto que no era mi
destino primero, ni el segundo, ni el tercero…pero un golpe inesperado cambio
el rumbo y mi idea de destino.
Supongo que el primer paso para derribar muros es
reconocerlos.
Pese a ser quien soy, de donde soy, pese a ser
historiadora, investigadora, humanista y muchacha de mente despierta y ávida de
conocimiento desde que tengo recuerdos, tengo una gran laguna en el desconocimiento
de la reciente historia española (entendiendo reciente como años ha).
Se que estas líneas que acabo de escribir pueden resultar globalizadoras
y tranquilizantemente europeas. Escribo desde donde escribo y soy quien soy.
Pero conforman parte dentro de mi etnografía a una apertura discurso-conceptual
por captar otras subjetividades no tan pendientes de mi yo, mis circunstancias
y como defino a el Otro. Si no conmigo y hacia mis amplitudes en la medida de
lo posible incluyendo a ese Otro tratando de desdibujar, insisto en la medida
de lo posible, las posiciones ideológicas sembradas y enraizadas. Para
deconstruir siempre es necesario partir de la construcción por muy negativa que
esta sea. Aunque quizá y no extrañándome puedan devenir en frustración. Pero no
por ello dejo de marcarme un saldo generosamente positivo en mi refuerzo por la
idea de lo ignoto.
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