No sé de qué murió Duchamp.
Proust lo hizo de una pulmonía y Van der Weyden lo haría de puro viejo. Creo que Ana
Mendieta no se suicidó.
Las mañanas siempre me han
resultado para gente activa. Yo soy más de tarde.
Bueno, de noche.
Dormiría todas las mañanas de un
tirón y podría hacerlo porque las noches son para otra cosa. El dispositivo que
me permite razonar de forma aparente cae repentinamente pasadas las 22 h. Y ahí
ya nada se puede hacer.
A medida que avanza el día siento
como hago uso de la ficción como un recurso mediador entre mis obsesiones y mis
carencias. Si me invento media tarde y se lo añado a lo que tengo que hacer
todo es más llevadero. La mentira tiene mil
usos y todos ellos son matojos.
De las obras de arte lo único que
me interesa es que de sus temas es de lo que no se habla.
No me importan las técnicas, ni
el resultado final, no me interesan los procedimientos ni el tiempo de secado, ni
el de exposición, ni su precio, ni su minuto de gloria.
Al pintor flamenco Roger Van der
Weyden le he tomado prestado su apellido.
Si tuviera que elegirme un nombre
para usarlo a partir de los 40 sería Marcel. Como el Marcel de Duchamp o el
Marcel de Proust.
La serie de artistas suicidas Fallen Angels de Kepa Garraza me pone
los pelos de punta. Sus personajes son contemporáneos pero las muertes son
anacrónicas. De los 12 lienzos que la componen solo hay una mujer suicida. Ana
Mendieta ¿qué te paso? ¿qué te paso jodeeer? Su muerte nunca ha sido
esclarecida. Yo estoy segura que no fue un suicidio.
¿Qué tienen en común Van der
Weyden, Mendieta, Duchamp, Garraza y Proust? ¿y yo con ellxs?
Todxs ellxs sin darse tregua
manejan el poder de la destrucción. En épocas y en contextos no relacionados
aparentemente. Repito todo son matojos. Una destrucción abigarrada y preparada
aunque en el caso de Duchamp fuese
ciertamente inesperada. ¿sí?
En mi caso me gustan por hacer de
lo desconcertante un potencial vaso comunicante entre varios supuestos. Uno de
ellos sería el placer siempre vinculante al (no) deseo y otro de ellos los
juegos de desplazamiento que proyectan conflictos a través del pensamiento
rápido. Esto viene a ser algo así como ¿cuánto hay de excitación mientras miras
sus obras?
Exclusivamente y de forma rápida
de las esculturas que hay dentro de las innumerables iglesias de Roma me quedo
con la que preside la tumba de la beata Albertoni. Me es tan eróticamente
inmensa que no tendría horas de sueño en toda una vida para repartirme la
humedad. Una beata representada en el momento anterior de su muerte ¿os suena
lo de sexo y muerte? La beata que prefirió pasar a la eternidad no como
benefactora si acaso lo fue, no como lectora si también acaso lo fue si no
masturbándose mientras moría. Me arrodillo ante tal hazaña.
Siempre que visito el Prado no
puedo irme sin ver el Descendimiento de Van der Weyden. Vuelvo al sexo y a la muerte,
al poder de seducción de la destrucción, a esa retórica de la erótica de las
mujeres dolientes y sufrientes que aparecen en esta representación. ¿Acaso fue
también Ana Mendieta en cierta medida una mujer doliente y sufriente? En la
escena que representa Van der Weyden no hay nada natural, todo está forzado
incluso hasta el propio soporte fue transformado en formato cruz. Lo único
natural que reside es el dolor, un dolor reforzado de erotismo hasta
consecuencias ¿límites? María Magdalena era una puta. Una puta que llora y lo
hace con mangas rojas. -Una mujer doliente y sufriente como en otra medida lo
pudo ser también Ana Mendieta-. María Magdalena y Ana Mendieta son las únicas
mujeres que me interesan de todo lo que estoy escribiendo. En el caso de María
Magdalena por ser la única mujer del cuadro que parece que hace otra cosa
distinta a la que se nos cuenta que hace. En el caso de Mendieta porque fue una
artista incómoda y ¿alguien se la quiso quitar de en medio? Lo último no es
pregunta.
A todas las molestas nos pasan cosas comunes. Todo el rato y a deshoras.
¿De qué murió María Magdalena?
El teatro que conlleva esta obra
sigue siendo vigente en nuestros días. Si no fuese un lienzo y fuese una acción
¿quién hablaría del siglo XV?
En una fiesta de disfraces hace
un par de años me disfracé de Rrose Selàvy.
Eros. C’est la vie.